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«Marea humana», el documental sobre los refugiados del activista chino Ai Weiwei
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El artista y activista chino Ai Weiwei dirige esta película documental para poner en primer plano la humanidad de las personas refugiadas que se ven obligadas a huir de sus hogares y no tienen ningún lugar adonde ir.
Los suyos son los rostros de la lucha por la supervivencia, son las caras de un planeta en movimiento, un planeta que tiene ante sí una emergencia humana. Mucho se ha dicho en los últimos años por parte de políticos y expertos sobre los millones de refugiados que huyen de la guerra, del hambre y de la persecución. Sin embargo, mientras sigue el debate sobre quiénes y cuántos, y sobre seguridad contra responsabilidad, se nos puede escapar la verdadera realidad cotidiana de la gente con sueños reales y necesidades reales atrapadas en un laberinto de incertidumbre. La misma palabra «refugiado» nos puede alejar, nos puede hacer olvidar que la historia principal de nuestro tiempo no es sobre estadísticas o masas abstractas, sino sobre el latido de los corazones, sobre vidas en construcción, una corriente de historias individuales llenas de colores, alegrías y dolores que no son diferentes de los que sentimos nosotros.

Detalle del cartel de «Marea humana»
Por este motivo, el artista Ai Weiwei pone en primer plano la humanidad de los refugiados en «Marea humana» (Human flow), para destacar su búsqueda de las cosas que todos queremos: seguridad, refugio, paz, la oportunidad de ser quien uno quiere ser. Ai Weiwei, personaje al mismo tiempo celebrado, perseguido y famoso por su espíritu de proscrito que le habla directamente al mundo sobre desigualdad e injusticia, se revuelve con esta película contra la marea mundial del miedo mediante un acto desafiante de amabilidad. Su carrera entera ha estado consagrada a la resistencia contra las fronteras de todas clases, sobre la unión del arte y del activismo. Y ahora, con «Marea humana», otra vez experimenta con la extensión del campo del arte para que llegue a incluir el intento de cambiar el contexto social en el que se ubica su obra.
Ai Weiwei afirma que la crisis que estamos presenciando no tiene su origen únicamente en el número asombroso de refugiados que no cuenta con algún lugar al que ir, sino también en la tentación de mirar hacia otro lado justo en un momento que reclama algo de todos nosotros. Por este motivo decidió viajar, realizar un viaje épico para compartir las vidas cotidianas de las personas que huyen del caos. A través de un viaje a 23 países, logra crear una inmersión que invita a una exploración más personal, una exploración que permite que cada espectador pondere sobre qué puede ser vivir la vida en su lado más vulnerable, y meditar sobre lo que nos debemos el uno al otro.

Columna de refugiados cerca del campo Idomeni en Grecia
Al final, más de 200 personas trabajaron en el equipo de rodaje en un esfuerzo mundial para conseguir realizar «Marea humana». Juntos, convirtieron esta enorme producción en una celebración espontánea de la dignidad humana, y en una súplica para proteger a aquellos cuyos sueños diarios, amor y libertades han sido pisoteadas por la tiranía, la guerra y la privación.
Andrew Cohen, el productor ejecutivo, dice: «Es una continuación del trabajo de toda la vida de Weiwei: su búsqueda de la verdad y de la comprensión en cualquier sistema y en cualquier cultura. Durante su carrera ha interpretado el absurdo, las contradicciones y la belleza de la humanidad en el arte, algo que nos ofrece perspectivas frescas sobre nuestras propias vidas. En «Marea humana» nos lleva en un viaje con refugiados, y encuentra una manera de presentarnos la dignidad, la esperanza y el humor a lo largo de una odisea terrible. Compasiva y empática, como toda su obra, «Marea humana» también se puede ver como algo audaz en su estilo rupturista, provocativo en la manera en que da la voz a aquellos que no tienen voz, y que como toque de atención resulta ser todo un golpe. El público no ve esta película, sino que la experimenta.»
En cierta medida, podemos decir que los humanos siempre hemos sido una especie migratoria, errando por cada rincón del mundo, estableciendo casas dondequiera que pudiésemos mantener una buena vida, desarrollando tradiciones de hospitalidad para dar la bienvenida a los invitados que sabíamos que llegarían. Pero más recientemente, la historia de la humanidad ha estado dominada por un tipo diferente de migración: una migración protagonizada por hombres, mujeres y niños que no tienen otra opción, solo irse, a veces correr, mientras caen bombas, o la comida se hace demasiado escasa para alimentar a una familia, o los estados represores amenazan nuestros modos de vida.

Una madre y un bebé refugiados en Líbano
Este hecho se ha convertido en una de las grandes pruebas morales de nuestro tiempo. Actualmente hay en el mundo casi 66 millones de personas de todas las condiciones sociales que se desplazan a la fuerza debido a la guerra, la persecución, las consecuencias del cambio climático y la pobreza acuciante. En 2016, cuando se rodó «Marea humana», había 22 millones de personas —más de la mitad de ellos niños— registrados como refugiados, muchas fronteras se atraviesan en condiciones de gran peligro, y estas personas no saben si algún día podrán volver a sus países de procedencia. Esta gente ha viajado por tierra y por mar, bajo la amenaza de la enfermedad, el hambre, los traficantes de seres humanos, la violencia, la violación, y con un número creciente de fronteras cerradas y militarizadas, así como un gran aumento de la intolerancia. Y aún más aterrador es saber que 300.000 refugiados y emigrantes en 2015 y 2016 eran niños que viajaban solos, sin un adulto que los dirigiese o los consolase.
«Marea humana» no propone una solución. No quiere ser una película orientada a la política, aunque sus contenido en hechos, textos, literatura y análisis proporcionen al público mucho material para meditar cuidadosamente y llegar a conclusiones sólidas y bien fundadas. En cambio, la intención consiste en actuar como un detonador que, junto con otros elementos, pueda ayudar a encender la llama para replantear prioridades y reexaminar nuestra capacidad para la compasión y la solución del problema de manera creativa.

Refugiados cerca del campo Dadaab en Kenia
Aunque hay un número infinito de preguntas detalladas, y muchas otras de alcance local, que hay que plantear cuando se aborda la crisis de los refugiados, hay un interrogante grande en el núcleo de «Marea humana»: mientras luchamos contra las tensiones que generan los conflictos armados, el cambio climático y la escasez de recursos, ¿resistiremos ante el impulso de volvernos menos cooperativos, menos razonables, menos generosos? ¿o bien permitiremos que nuestro lado más humano nos controle a la hora de dar una respuesta?
Andrew Cohen señala: «Este documental no es didáctico o polémico; no imparte prédicas ni toma partido. Ai Weiwei no es un reportero fantasioso con un ego superlativo, sino que él mismo ha llevado muchos años una vida de refugiado. Tiene un enfoque práctico que nos lleva directamente a la experiencia: estamos en el agua dentro de los barcos repletos de gente, bajo la lluvia con las madres que caminan sosteniendo bebés y acompañando a niños, con la gente que grita, con las familias que entierran a sus muertos, riéndonos y jugando con los niños que inventan juegos dondequiera que estén. Al final, la película no establece unos límites, es abierta, lo cual nos permite tomar nuestras propias decisiones sobre la situación.»
Sobre por qué decidió rodar esta película documenta, comenta Ai Weiwei: «En primer lugar, puedo hablar desde mi experiencia personal. Al poco tiempo de nacer yo mi padre fue desterrado por anticomunista. Tuvimos que abandonarlo todo y, por supuesto, mi padre fue tratado como un enemigo del Estado. En mi juventud crecí viendo los peores tratamientos, discriminaciones y privaciones que se pueden infligir a un ser humano.

Campamento de regufiados en la isla de Lesbos (Grecia)
En segundo lugar, había venido a vivir en Europa, y tenía muchas ganas de entender lo que realmente pasa con la situación del refugiado aquí. Por tanto, fui a Lesbos a ver la isla a la que llegaban los refugiados. Fue una experiencia muy personal verlos llegar en barcas: niños, mujeres y la gente mayor. Podía ver en sus caras una expresión de incertidumbre. Tenían miedo y no tenían ni idea de lo que encontrarían en esta nueva tierra. Esto hizo que quisiese saber más sobre quién era esa gente, y por qué habían arriesgado sus vidas para llegar a un lugar que no entendían y donde nadie los entendería. Tenía muchas preguntas.
Esa curiosidad me llevó a establecer un grupo de investigación muy grande para estudiar la historia de los refugiados y su estado actual. Además de la guerra de Siria, han surgido nuevos refugiados por las guerras de Afganistán e Irak, los conflictos palestinos con Israel, varios conflictos africanos, la persecución de grupos minoritarios en Myanmar y por la violencia en Centroamérica. Quise visitar todas los lugares del mundo donde los refugiados llegan, en primer lugar para conseguir entenderlo personalmente, pero también para grabar, al mismo tiempo, todo lo que encontramos. Esto fue realmente una experiencia de aprendizaje muy grande, que me permitió aprender sobre la historia de la humanidad, la geopolítica, así como sobre los cambios sociales y ambientales.»

Ai Weiwei junto a uno de los refugiados en Lesbos (Grecia)
Y añade: «Cada día surgían una cantidad enorme de historias. Pero lo que más me impresionó fue la determinación de los refugiados. Hay muy pocas quejas, incluso en las situaciones en las que nadie se ocupa de ellos, sin tener un futuro claro o saber lo que vendrá después. En mi opinión, reciben un tratamiento muy inhumano. En los campos puedes conseguir un bocadillo, pero tienes que esperar en una cola durante 2 horas. En muchos casos no hay electricidad, por lo tanto la noche llega muy temprano y hace mucho frío. Hay lluvia y barro, y no hay alcantarillado. La vida es muy áspera, pero la gente está decidida a escapar y mantienen la fe en que el mundo occidental les puede proporcionar un momento de paz y darle a sus hijos una educación para su futuro.
Hoy, siento que como persona estoy obligado a hacer un esfuerzo para que la gente sea más consciente de que los refugiados no son diferentes de nosotros de ningún modo. No son terroristas, y retratarlos como terroristas es una noción que sí es realmente terrorista. Son solo seres humanos, y su dolor, su alegría, su sentido de la seguridad y su sentido de la justicia no son diferentes de los nuestros. En el mundo hay muchos sistemas diferentes, pero todos los poderes diferentes deberían tener un objetivo en común: proteger a la humanidad. Pienso que cuando los políticos se olvidan de los valores esenciales y de los derechos humanos, tan solo consiguen que aumenten las crisis. Ya ha llegado la hora de que la comunidad internacional aborde el tema de los refugiados y se plantee una discusión seria sobre el problema.»
Duración: 140 min.
Género: Documental.
País: Alemania.
Año: 2017.
Estreno en España: 6 abril 2018.
Distribuidora: A Contracorriente Films.
Calificación por edades: No recomendada para menores de 12 años.
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