Críticas
«La ballena (The whale)», una desgarradora historia con un gran Brendan Fraser
«Yo estoy con vosotros también,
también yo llevo clavado mi arpón».
(Walt Whitman)
Basada en la obra teatral de Samuel D. Hunter, «La ballena (The whale)» nos relata los últimos días de vida de Charlie, un profesor de inglés que padece obesidad mórbida y que intenta reconciliarse con su hija adolescente, a la que no ve desde hace años. La película llega a la cartelera con tres nominaciones a los Oscars y otra multitud de reconocimientos bajo el brazo, incluyendo cuatro nominaciones a los Premios BAFTA y una a los Globos de Oro, en todas ellas con Brendan Fraser como (merecido) aspirante destacado al galardón de mejor actor protagonista.
«La ballena (The whale)» es la triste historia de un ser bondadoso que vive encerrado en su casa y que se precipita hacia el abismo más insondable de la autodestrucción a causa de una terrible pérdida y del obsesivo sentimiento de culpa. Del mismo modo que su pequeño y destartalado apartamento es metáfora de un universo que implosiona, el grotesco cuerpo de Charlie es metáfora de un trauma que se vuelve cada vez más inmenso e irreparable, el de alguien que come de manera compulsiva para enterrar sus penas bajo capas de grasa, convirtiéndose así en esa ballena de «Moby Dick» que tanto odia el capitán Ahab y que, en realidad, no es otro que también él mismo.
Con un mínimo escenario, más un único personaje principal y cuatro de reparto que entran y salen de escena a lo largo del metraje, Darren Aronofsky construye sobre el guion de Samuel D. Hunter una de las películas más conmovedoras y humanistas de las últimas décadas, un perfecto ejemplo de ese cine que muchos añoramos y que nos reconcilia con una cartelera donde siempre son esperadas y bienvenidas las historias que emocionan de verdad y que en el fondo también hablan sobre nosotros mismos, porque todos somos Charlie, todos lidiamos con nuestro agitado mar y llevamos clavado nuestro arpón.
Esta no es una película sobre la obesidad; o al menos no sólo sobre la obesidad, porque nos habla realmente sobre mucho más. El personaje al que interpreta de manera extraordinaria un Brendan Fraser que también ha vivido su infierno personal y que aquí brilla con luz propia incluso bajo muchos kilos de prótesis y maquillaje, podría haber caído en el alcohol, las drogas, el juego o cualquier otra adicción para olvidar y para autocastigarse. De hecho, Aronofsky ya trató el tema de las drogas en la impresionante «Réquiem por un sueño». Pero el autor de maravillas como «La fuente de la vida», «Madre!», «Cisne negro» y «Pi, fe en el caos», uno de los mayores artistas del cine contemporáneo y a la vez uno de los menos reconocidos, utiliza aquí la obesidad como ejemplo (especialmente visible) de los problemas que pueden asolar a cualquier ser humano, porque «La ballena (The whale)» habla del dolor, la pérdida, el abandono, la ansiedad, la depresión, el aislamiento, la soledad, la culpa y la autodestrucción, es decir, habla de los traumas que nos hacen sufrir hasta el punto de correr el peligro de dejarnos vencer por ellos. Habla, en definitiva, de nuestra lucha para sobrevivir ante la adversidad, y lo hace mostrándonos la caída de alguien que es inteligente y sensible, alguien que es plenamente consciente de su situación, pero que, aun así, se ve arrastrado sin remedio por la obsesión y la fatalidad porque son más fuertes que él. Y eso despierta nuestra empatía y compasión porque, como dice el propio Charlie, en el fondo somos incapaces de no preocuparnos por los demás para intentar salvarnos los unos a los otros.
Desde la literatura de Hermann Melville y la poesía de Walt Whitman, hasta esa ventana a través de la que Charlie contempla a un pequeño pájaro en el exterior de su casa —lo que le proporciona algunos momentos de calma y sensación de libertad—, «La ballena (The whale)» también posee belleza, luminosidad y esperanza. A pesar del tormento y la tragedia. Y también posee sentido del humor, rebeldía y búsqueda de la autenticidad, como la de su hija Ellie, o como la que él mismo intenta inculcar a sus alumnos a través de las clases online, con el propósito de que se enfrenten a sus propias paredes y escapen de los límites que les encierran.
El fabuloso guion de Samuel D. Hunter, la magistral dirección de Darren Aronofsky y la desgarradora interpretación de Brendan Fraser (acompañado de forma espléndida por Hong Chau en el papel de su enfermera y confidente) nos muestran todos estos matices y muchos más sobre el amor, la paternidad y la redención, en una obra llena de capas de significado, una producción tan pequeña en recursos materiales como grande en calidad cinematográfica y humana, que cuenta además con un final profundamente emotivo, capaz de ponerle un nudo en la garganta o incluso de sacarle unas lágrimas a cualquiera.
Por muchas razones, es posible que este enorme personaje sea recordado entre los mejores de la historia del cine, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que «La ballena (The whale)» es, desde ya, una de las mejores películas del año.
Valoración: 9/10.
