“Hoy en día la sexualidad tardía apenas aparece en el cine, se invisibiliza. Y eso hace parecer que no existe.”
Este año, el Festival de Rotterdam ha sido inaugurado por un «Destello bravío». Uno que corre a cuenta de Ainhoa Rodríguez, una extremeña que debuta con este relato de realismo mágico que nos saca de la narrativa de «sistema hegemónico» que existe en el cine de nuestros días. Salirte de eso supone casi una «mirada al abismo» con la que la cineasta se arriesgó. Y acertó.
Nos trasladamos a Puebla de la Reina, un pequeño pueblo de Extremadura donde vive Isa, que a menudo usa su grabadora por si acaso algún día pierde la memoria; Cita, un ama de casa que está rodeada de santos y vírgenes; y María, que vuelve para enfrentarse a su soledad. Ellas y el resto de los vecinos se enfrentan a un proceso desgarrador al que se resisten: la pérdida de sus costumbres y tradiciones, que cada vez corren más peligro de desaparecer.
Uno es lo que conoce, con lo que se ha criado. Y eso mismo puede generar frustraciones, fuerzas de poder deshumanizantes, relaciones tóxicas o la pérdida de identidad. La cineasta nos lleva de la mano para recorrer historias que vemos comenzar —sin conocer su final— o terminar —sin saber cómo se iniciaron—.
La fotografía de Willy Jauregui da de pleno en la plasmación de un pueblo con una mirada muy personal de Ainhoa Rodriguez, que nos muestra su Extremadura, que no tiene por qué tener nada que ver con la realidad. Muy cerca del Buñuel más puro y con retazos compositivos de Lynch, nos dejamos llevar por la materia prima de unos actores naturales (no profesionales) como Guadalupe Gutiérrez, Carmen Valverde o Isabel María Mendoza, entre otros.
No os dejéis llevar por las apariencias. Dejaros guiar por el destello. Y más si es bravío.